Bajo el nombre “Comunidades indígenas de la Patagonia Costera, tras la conservación de los recursos comunes y usos consuetudinarios” se ha dado cierre a dos meses y medio de trabajo y capacitación respecto de la implementación de los Espacios Costero Marinos de Pueblos Originarios (ECMPO), para miembros de comunidades indígenas costeras en las regiones de Los Lagos, Aysén y Magallanes.
Esta instancia, organizada por el Programa Austral Patagonia de la Universidad Austral de Chile, tuvo como objetivo brindar un espacio de reflexión y aprendizaje desde una perspectiva intercultural y científico-técnica para líderes de comunidades que están en procesos de solicitud ECMPO en sus territorios, o que buscan conocer más sobre esta figura y su propuesta de gobernanza y administración comunitaria.
En Chile, los ECMPOs son una figura que surge el año 2008, a partir de la aprobación de la ley 20.249, y que legitima la presencia de comunidades indígenas en los bordes costeros y sus usos consuetudinarios. Al hacerlo, fomentan la manifestación de prácticas y acuerdos de convivencia que contribuyen con la conservación biocultural, poniendo límites al extractivismo que hoy en día tiene a gran parte de la Patagonia marina amenazada.
Ricardo Álvarez, antropólogo y responsable del área Conservación a Escala Local del Programa Austral Patagonia de la Universidad Austral de Chile, fue uno de los coordinadores de esta instancia, y defiende la importancia de implementar figuras como las ECMPO, en tanto permiten validar los modelos de vida de carácter consuetudinario y las estrategias implementadas por las comunidades para seguir habitando sus parajes costeros: “Esta figura tiene un alcance tremendamente potente a nivel nacional y global: promover un horizonte de desarrollo inclusivo común frente a un escenario que ha excluido crónicamente a los pueblos originarios a través de la historia” señala Ricardo.
La ley 20.249, en su artículo 2, define las ECMPO como un “espacio marino delimitado, cuya administración es entregada a comunidades indígenas o asociaciones de ellas, cuyos integrantes han ejercido el uso consuetudinario de dicho espacio”. Esto implica que, para delimitar un área costera marina a ser resguardada, una comunidad debe proponer una multiplicidad de usos tradicionales que ocurren en ella, y que van mucho más allá de sólo explotar a la naturaleza. Existen múltiples otros usos que también se consideran tradicionales, como la contemplación, la recreación, la ceremonialidad, o permitir que la naturaleza exista sin que las prácticas humanas le perturben. Es así como esta figura resalta por sobre otras formas de conservación, porque surge desde una cosmovisión que entrelaza todas las vidas de un territorio:
“Uno piensa prejuiciosamente que uso consuetudinario es usar una herramienta de madera para ir a mariscar. Pero no, uno puede usar tecnología de punta, lo que quiera. Lo que marca la diferencia es que se promueven ciertos principios ético-normativos que están estrechamente ligados con necesidades universales. Por ejemplo, poner como prioridad valores como el acceso común a los espacios o a las especies. Es decir, ya no puedo prohibirle al otro la posibilidad de beneficiarse tanto como yo teniendo cuidado de que también los mariscos, peces y algas merecen respeto. Es un acuerdo de co-habitar entre humanos y otras especies donde lo que importa es que mi bienestar depende del bienestar de los demás. Por ende, hay un tema solidario de distribución equitativa, de restricción sobre las posibilidades de acumulación inequitativa, restricción de las posibilidades de ser egoísta”, señala Ricardo.
Procesos lentos y conflictos de interés
Este curso, que inició el 13 de agosto y finalizó el 16 de octubre, contó con el apoyo de una serie de académicos y especialistas de la Universidad Austral de Chile, como también la coordinación intercultural de Yohana Coñuecar, dirigente de la Asociación de comunidades indígenas de Hualaihué, quienes llevan 12 años en proceso de solicitud de su ECMPO Mañihueico Huinay, en la región de Los Lagos.
Es justamente esta demora en la tramitación de las solicitudes, una de las principales complicaciones a las que se enfrentan las comunidades al momento de iniciar el proceso de tramitación de estos espacios protegidos. Lo extenso del trámite y la falta de información en cada una de las ocho etapas que deben cursar, que involucran a diversos actores públicos, como la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), la Subsecretaría para las Fuerzas Armadas, y la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, han generado que, desde la promulgación de la ley a la fecha, hay 102 solicitudes ECMPO en trámite y solo 15 han logrado ser decretadas o están en proceso de convenio de uso.
En promedio los ECMPO decretados han tomado cinco años, siendo el más rápido uno que tardó 2 años y medio. Pero, actualmente, hay tramitaciones que llevan 9 o más de 12 años en espera, como es el caso de la ECMPO Mañihueico Huinay, en la región de Los Lagos. Pese a esto, según la ley, desde el ingreso de la solicitud a la entrega de Destinación Marítima (lo cual declara finalmente la existencia de un Espacio Costero Marino de Pueblos Originarios), el proceso debe demorar un año.
Otro desafío al que se enfrentan las comunidades tiene que ver con la falta de información respecto de la tramitación por parte de los servicios públicos, y también con una serie de prejuicios y controversias que se han construido respecto de las consecuencias para el resto de habitantes del borde costero, que no pertenecen a una comunidad indígena: “De alguna manera para nosotros es una reivindicación indígena de derechos, que se plantea de la necesidad precisamente por la pérdida de territorio. Para nosotros es una reivindicación del mar, pero todavía hoy hay que hacer trabajo de explicar qué es el espacio marino costero. No es una figura de exclusividad de comunidades indígenas. Las comunidades las solicitan, pero nosotros planteamos administraciones compartidas, con todos los actores que hacen uso del borde costero”, señala Yohana
De la misma manera, Hector White Mañao, parte de la misma comunidad de Pichicolo y dirigente indígena que participó de la construcción de la Ley, y ha acompañado todo el proceso Mañihueico Huinay desde el año 2010, aclara que “las ECMPO nos dan una manera de gobernanza territorial entre todos los que hacemos uso de borde costero. No es una solicitud que venga a parar ningún trabajo alternativo de nadie, porque los pescadores, mariscadores, recolectores de orilla y buzos tienen la facultad de seguir ejerciendo su mismo trabajo que han hecho siempre, tal como nosotros, como uso consuetudinario. No se le quita ni derecho ni espacio a nadie, eso quiero que lo tengan claro, que lean la ley y se entienda. Porque de repente, cuando no se entienden algunas cosas, se tergiversan y salen opiniones que no son verdaderas, y que hacen daño”.
Cierre del Curso y reflexiones en el territorio: Conservación desde una cosmovisión indígena
Durante los tres días que duró el cierre del curso, las y los participantes, que viajaron a Puerto Montt desde diversos territorios en las regiones de Los Lagos, Aysén y Magallanes, tuvieron la oportunidad de recorrer dos espacios en proceso de solicitud ECMPO y compartir con diferentes actores, representantes de rubros tradicionales y usos consuetudinarios en el borde costero.
Fue así como se organizó una gira por Contao, en la comuna de Hualaihue, para visitar el ECMPO Mañihueico Huinay. Allí, durante el primer día, se recorrieron sectores para observar usos consuetudinarios. Se reflexionó en terreno el rol que jugaron antaño los corrales de pesca en la regulación del acceso al mar y los peces. También, cómo la carpintería de ribera sigue siendo una forma de acercamiento único al mar por sus conocimientos tradicionales. El segundo día, las actividades se desarrollaron en el sector de Carelmapu, en la comuna de Maullín, donde se pudo recorrer la zona junto a dirigentes de comunidades indígenas y dirigentes de la pesca artesanal que están solicitando el ECMPO Carelmapu. En ambos territorios, y a lo largo de las tres jornadas de cierre, la preocupación era la misma: cómo hacer uso del territorio frente a la creciente privatización del borde costero, que impide que las comunidades circulen por los lugares que han habitado históricamente, y que también, en tanto menos pueden habitarlos, menos pueden protegerlos: “En el fondo los espacios costeros, para poder solicitarlos, uno puede elevar muchos usos, que no todos son iguales en todos los territorios, porque somos diversos. Dentro de todos esos usos, se establece también la conservación, pero no una conservación desde la mirada occidental, sino que tiene que ver una conservación entendiendo los tiempos de la naturaleza, y entender cómo vemos la conservación los pueblos originarios”, señala Yohana. “Para nosotros la conservación se garantiza, a través de conservar la cultura. Porque si nosotros no conservamos la práctica de nuestra cultura, la conservación no nos sirve: No es posible pensar en que hay que conservar la ballena si no tenemos el mar para que la ballena se traslade. Conservar un objeto sin garantizar que tenga todo lo necesario para que se conserve, no tiene sentido”, reafirma.
Es desde esta mirada que la conservación involucra la inclusión de una multiplicidad de actores que conviven en el territorio, que se adhieren a una cultura local o tradicional, la que representa un montón de valores que se pretenden resguardar. Es ahí que los usos consuetudinarios pasan a ser mucho más que costumbres, sino que sostienen valores: “Principalmente implican lo solidario y el tema de pensar en comunidad, lo cual tiene un sustrato muy femenino porque es la preocupación por los demás. Siempre hay una preocupación, no solamente económica, de asegurarse de que haya suficiente recurso para que mi economía esté bien, sino que hay una preocupación por cómo están los demás cuando se habla de cohabitar los espacios”, explica Ricardo.
Al cerrar, las y los participantes agradecieron la posibilidad de compartir sus experiencias y conocerse a lo largo de este curso, reconociéndose en un deseo compartido de tomar todo lo aprendido para ayudar a mejorar las condiciones de vida de sus comunidades y la conservación de sus territorios: “Esperamos que en las partes donde no haya comunidades o asociaciones, se organicen y hagan solicitudes porque la verdad es que hace mucha falta proteger lo poco y nada que está quedando de recursos en el mar y también dejar la sustentabilidad para futuras generaciones”, cierra Héctor White Mañao.