Por: Flavia Liberona, directora ejecutiva de Fundación Terram
En la Patagonia chilena existe un tipo particular de humedales denominados “turberas”. Estos ecosistemas tienen capacidades particulares de retención, filtración y purificación de aguas, además de cumplir un relevante rol en la prevención de inundaciones. Desafortunadamente, la regulación vigente no reconoce la importancia de este tipo de humedales y en consecuencia, cada vez se está extrayendo más turba y se ha intensificado la extracción del musgo Sphagnum o pompón.
Nuestro país vive una sequía que se prolonga por más de 10 años, a esto se suma que Chile cumple 7 de los 9 criterios que permiten identificar un país como vulnerable a los efectos del cambio climático, según la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). Por si esto fuera poco, el año 2019 el World Resources Institute (WRI) publicó el índice de riesgo hídrico en el cual Chile ocupa el número 18 a nivel mundial y el primero en Latinoamérica. Esto, sin duda, debió ser motivo para que las autoridades desde hace tiempo estuvieran ocupadas en implementar acciones para una mejor gestión del agua, pero como sabemos, las cosas no han sido así.
Por otra parte, en la Patagonia chilena existe un tipo particular de humedales denominados “turberas”, las que pueden ser entendidas como ecosistemas de transición entre ambientes terrestres y acuáticos. Las turberas se forman durante largos períodos de tiempo producto de la acumulación de materia orgánica en condiciones de anoxia, acidez del suelo y saturación de agua.
Estos ecosistemas tienen capacidades particulares de retención, filtración y purificación de aguas, además de cumplir un relevante rol en la prevención de inundaciones. Las turberas son capaces de retener cinco veces su peso en agua, es decir, funcionan como verdaderas esponjas y se considera que representan una de las reservas de agua más efectivas del planeta, y son también un importante reservorio de carbono.
Según señala la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las turberas son humedales con una gruesa capa de suelo orgánico, cubren el 3 % de la superficie terrestre, sin embargo, almacenan el 20% del carbono que existe en el suelo de todo el planeta.
La formación de este tipo de humedales es producto de largos periodos de tiempo, los cuales pueden superar los 13.000 años. La presencia de turberas en el sur de Chile se relaciona con la historia glacial, pues el aumento de temperatura trajo consigo el derretimiento de glaciares, lo que permitió la formación de humedales y lagunas someras que con el paso del tiempo fueron colonizadas por las comunidades vegetales que se observan en la actualidad, con especies como el musgo Sphagnum y otras briófitas. Por otra parte, se define como turbal a los ecosistemas que contienen turba y donde crece el musgo Sphagnum.
Desafortunadamente, en nuestro país cada vez se está extrayendo más turba y también se ha intensificado la extracción del musgo Sphagnum o pompón. Esto se debe a sus características absorbentes y a los usos comerciales que se le puede dar en este sentido.
Sin embargo, la destrucción de estos ecosistemas trae consigo problemas para los seres humanos, pues al remover la turba se emiten gases de efecto invernadero, tanto dióxido de carbono (CO2) como metano (CH4), el cual contribuye al calentamiento global 23 veces más que el CO2. Junto con ello, la destrucción de turberas afecta el ciclo hidrológico de las zonas donde estas se encuentran.
En Chile, cerca del 3% del territorio nacional se constituye de turberas y humedales; es decir, aproximadamente 4.600.000 hectáreas. De estas, el 70% están ubicados en la Patagonia chilena, entre la región de Los Ríos hasta el Cabo de Hornos en la Región de Magallanes. Como ya hemos señalado, estos valiosos ecosistemas cumplen funciones muy relevantes en el ciclo hidrológico, además de retener considerables cantidades de carbono (CO2 y CH4) y cumplir un rol relevante en materia de conservación de la biodiversidad al proporcionar refugio para algunas especies.
La regulación vigente no reconoce la importancia de este tipo de humedales, la turba está reconocida y regulada como sustancia mineral en el Código de Minería y para efectos ambientales se autoriza su extracción en el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA). Adicionalmente, el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), a través del Decreto Supremo N° 25 que entró en vigencia en febrero de 2020, dispone de medidas para la protección del musgo Sphagnum magellanicum, pero lo que en realidad hace este decreto es regular el vacío legal existente sobre la cosecha de musgo Sphagnum, también conocido como pompón.
En los últimos años diversas organizaciones ambientales y locales han denunciado la extracción de turba, así como la cosecha de pompón, pero no ha habido cambios regulatorios importantes que garanticen la conservación de este tipo de humedales y del musgo Sphagnum. De hecho, existen en la Cámara de Diputados dos proyectos de ley de iniciativa parlamentaria que apuntan a mejorar la regulación existente, los cuales no han sido tramitados.
Desde Fundación Terram consideramos que es urgente avanzar en un marco regulatorio acorde a los tiempos, es decir que la turba deje de estar regulada por el Código de Minería, donde se valore este tipo de ecosistemas como regulador del ciclo hidrológico, reservorio de carbono y hábitat de especies. Para ello, se deben establecer regulaciones que permitan proteger las turberas, así como los ecosistemas donde esta presente el musgo Sphagnum.
Publicación original: El Desconcierto
Fotografía: The Pew Charitable Trusts/Nicolás Piwonka