La muerte de un ejemplar de ballena sei al interior de un centro de cultivo de salmones en la Patagonia, encendió las alertas en el mundo de las organizaciones ambientales y comunidad científica, quienes ven con preocupación cómo las actividades industriales, aun en áreas de conservación, han aumentado los riesgos para estas poblaciones poco conocidas de ballenas.
Preocupación existe entre investigadores que trabajan en conservación marina luego del hallazgo de un cadáver de ballena sei, (Balaenoptera borealis) al interior de un centro de cultivo de salmones de la empresa Australis Mar en Aysén. La ballena, especie en peligro de extinción, quedó varada y envuelta en cuerdas de diferente longitud, además de una cadena metálica que rodeaba su cuerpo.
El ejemplar muerto de aproximadamente 15 metros de longitud varó al costado de una de las balsas jaula en el centro Matilde 3, en el sector de Isla Matilde, en la región de Aysén, a unas siete horas de navegación desde Puerto Aysén.
El sector donde fue encontrado el cadáver del cetáceo corresponde a la Reserva Nacional Las Guaitecas, una de las áreas que forma parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNASPE). Esta reserva nacional protege una porción importante del archipiélago de las Guaitecas cubriendo no sólo sus islas, sino también los fiordos y canales en su interior, un área de gran diversidad marina y de alta prioridad para su conservación.
Sus aguas interiores y adyacentes albergan una notable diversidad de especies generada por la alta productividad biológica del área y la diversidad de hábitats disponibles. De esta forma, es reconocida como una de las zonas de alimentación y crianza más importante para ballenas azules en el hemisferio sur. También se conocen registros del tránsito de la ballena sei pero sigue siendo una especie muy poco conocida por la ciencia. Pero además es un área relevante para la reproducción y alimentación de otros mamíferos marinos icónicos, algunos endémicos como el diminuto delfín chileno, importantes colonias de aves marinas como pingüinos, albatros, cormoranes y fardelas, así como áreas de gran diversidad de invertebrados, particularmente corales de agua fría.
A pesar del carácter protegido de esta zona, durante las últimas décadas se ha permitido la instalación de más de 300 concesiones para salmonicultura, generando una actividad industrial importante dentro del ecosistema y que atenta contra los objetivos de conservación, poniendo en riesgo la vida marina.
Para el Centro Ballena Azul (CBA), miembro del Programa Austral Patagonia, este hecho es muy grave y no es la primera vez que ocurre. El Dr. Rodrigo Hucke-Gaete, director del CBA, indica que “ya en 2007 reportamos el enmallamiento y muerte de una cría de ballena jorobada en un centro salmonero de Aysén. Este nuevo hecho nos llama a erradicar toda mortalidad producida por el humano ya que la población del hemisferio sur no alcanza los 10 mil ejemplares y, como se recordará, hemos lamentado eventos como el hallazgo el año 2015 de más de 330 cadáveres de ballenas sei en el Golfo de Penas”, detalla el científico.
A la luz de la evidencia científica y de hechos como lo ocurrido con este ejemplar, César Guala, director del programa Austral Patagonia de la Universidad Austral de Chile, señala “esto refleja el problema de muchas otras áreas protegidas de la Patagonia. Necesitamos con urgencia avanzar en la planificación de nuestras áreas protegidas, incluidas las reservas, y este caso nos demuestra el grado de esa urgencia”. Hucke -Gaete por su parte enfatiza en que “si queremos proteger la Patagonia chilena, debemos entender que su componente marino es tanto o más complejo que el terrestre. De hecho, en Austral Patagonia lo vemos como un sistema archipelágico compuesto por mar interior, fiordos, canales y más de cuarenta mil islas que albergan una biodiversidad única en el planeta, que otorga innumerables servicios ecosistémicos.
Desde el programa, comentan que este hallazgo viene a reforzar la necesidad de abordar la situación costero-marino del SNASPE, junto a un trabajo permanente de investigación, planificación y gestión. “Esto demuestra que la vida marina de nuestras costas sigue sufriendo presiones intensas. Es clave que empecemos a superar las precariedades históricas que han afectado a las áreas protegidas y generemos planes de manejo para las áreas que no los tienen, como es el caso de la Reserva Nacional Las Guaitecas, y establezcamos medidas efectivas de conservación no sólo en su porción terrestre, sino también en toda la zona costera, contribuyendo así a la conservación de la biodiversidad y generando oportunidades para las poblaciones costeras cuyo bienestar depende de estas áreas protegidas. Algo para lo cual como programa estamos dispuestos y abiertos en colaborar”, enfatiza Guala.
El programa busca promover un encuentro entre la investigación científica y el conocimiento local para lograr una mejor gestión de la conservación de ecosistemas marinos y terrestres en la Patagonia chilena.
Se trata de un equipo transdisciplinario de más de 20 investigadores y profesionales asociados que, a partir del año 2018, trabajan en generar conocimiento, difusión y capacidades para proteger uno de los últimos lugares prístinos del mundo y un refugio climático para la biodiversidad en el planeta.
Además de la colaboración con la comunidad científica, existe una coordinación con servicios públicos, organizaciones ambientales y comunidades locales para mejorar los estándares de gestión de los parques y reservas nacionales que forman parte del SNASPE. Asimismo, su labor está enfocada en la investigación aplicada, capacitaciones, apoyo a la planificación y la organización de actividades para discutir y difundir el conocimiento científico relacionado con la Reserva Nacional kawésqar, Reserva Nacional Las Guaitecas, y otros sitios de gran importancia para la biodiversidad costero-marino de la Patagonia chilena.