A través de una serie de relatos y reflexiones sobre la experiencia de ser mujer indígena en espacios costeros de la Patagonia, este libro ofrece un reconocimiento a una labor histórica de diversas mujeres que han defendido sus territorios, identidad, cultura y prácticas ancestrales, frente a diversas amenazas y la sobreexplotación de los recursos a través de los cuales subsisten y proveen a sus familias y comunidades.
El libro apunta a dar a conocer los testimonios de una serie de mujeres que actualmente se movilizan por la defensa del mar, y reconocer la importancia del vínculo ancestral de las comunidades con sus territorios. En esta serie de relatos, además, se presenta la figura de los Espacios Marinos Costeros de Pueblos Originarios como una alternativa para la protección de sus ecosistemas, cultura y prácticas ancestrales.
“Las mujeres somos la base de este modelo de vida. La mujer tiene un rol de liderazgo que es vital, porque la visión que tenemos tiene mucho que ver con la protección de nuestro entorno y de nuestras familias. Por ende, cuando vemos al mar como una fuente de vida, nos proyectamos de esa manera, desde una fuente que hay que seguir protegiendo y cuidando”, señala Ingrid White Llancapani, de la comunidad indígena Admapu Ka Lafquen, de Pichicolo, en la Región de Los Lago y parte de los testimonios recopilados en esta publicación.
Los pueblos originarios del mar habitan los bordes costeros: islas, archipiélagos y canales a lo largo y ancho de todo Chile, y su cosmovisión está estrechamente ligada al mar: “Desde los más antiguos, los mayores, hemos transmitido la importancia del mar para los kawésqar; el mar es la energía, el espíritu más grande que existe. El nomadismo en este territorio se da justamente a través del mar: antes fue por las canoas y hoy por las embarcaciones. No vamos a perder esa conexión: la tradición de recolectar junquillo, bayas, algas, mariscos; hacer pesca de orilla, a pie; identificar nidales, campamentos antiguos y un montón de cosas que tenemos que recuperar”, señala Leticia Caro, paramédico y pescadora de la comunidad kawésqar Grupos Familiares Nómades del Mar, parte de la Asociación de Comunidades por la Defensa del Mar.
“Para nosotros el Ecmpo es como la reivindicación de lo que nos han arrebatado con el pasar del tiempo, porque casi desaparecemos de la historia”, enfatiza Leticia.
En este escenario las mujeres originarias han tenido un rol fundamental, en tanto son quienes realizan gran parte de las prácticas tradicionales o usos consuetudinarios y son clave en la transmisión de los conocimientos sobre el mar y el entorno; como recolectoras, educadoras, artesanas, huerteras y guías espirituales. Además, han tenido roles claves de liderazgo en los procesos de la elaboración de la ley que crea los ECMPO, así como también en los procesos de solicitud y tramitación de estos espacios.
“Muchas ejercen varias de estas actividades de manera simultánea, combinándolas con el cuidado de los hijos, la familia, el hogar y la comunidad. Aún así, sus aportes son escasamente reconocidos y visibilizados, y sus actividades y oficios muy pocas veces remunerados”, señala Florencia Diestre, investigadora del Programa Austral Patagonia y parte del equipo de Conservación a Escala Local.
“Mi expectativa con todo esto es más que nada resguardar los espacios. Que se protejan de buena manera y que nosotros, como pueblo indígena, seamos capaces de alzar la voz y tener el peso suficiente para decir: “Paren esto porque nos afecta, porque nos destruye”, señala Mirtha White Navarro, de la comunidad Indígena Lafken Mapuche, de Pichicolo, en la Región de Los Lagos.
“Me enteré de esta sigla hace unos doce años gracias a la Ley lafkenche, y desde entonces la Ecmpo ha sido vital, en especial por el valor que le entrega a todo lo que es el lafken mapu, el mar. Yo lo veo como un espacio para cuidar, proteger y compartir, y para evitar que externos sigan explotando nuestros recursos y nos respeten”, señala María Eduvina Leutún Marín en el libro. Ella es representante de la comunidad Indígena Amotuy Ruca, de la Región de Los Lagos, y enfatiza el rol de las mujeres en sus comunidades: “Somos nosotras las que más sacamos la voz. Antes éramos sumisas, ya no. La mayoría de las mujeres somos dirigentas de organizaciones, de sindicatos, de juntas de vecinos y de comunidades indígenas”
Esta compilación es parte de un esfuerzo de la Red de Mujeres Originarias por la Defensa del mar, quienes buscan proteger los derechos culturales de sus comunidades, y trabajan activamente desde sus territorios otorgando nuevas fuerzas al trabajo de las mujeres del mar y sus comunidades, especialmente a nuevas generaciones.
“Hoy los jóvenes están orgullosos de ser yaganes y no se sienten discriminados como pasaba antes; se han empoderado. Hablo de jóvenes de entre 17 y 20 años, pero también de una generación nueva que bordea los 13, y de otros menores de 10. Hay toda una escala. Los más pequeñitos son los más participativos, los que andan por todos lados en las reuniones aunque sea para comer, pero están ahí” señala María Luisa Muñoz Manquemilla, de la Comunidad Indígena Yagán de Bahía Mejillones, en la provincia de Cabo de Hornos de la Región de Magallanes.
Así mismo, Rocío Colivoro Llancalahuén, jóven representante de la comunidad indígena Mon Fen de Yadad en la Región de Los Lagos, da cuenta de ese vínculo y compromiso: “Me veo por muchos años más acompañando a mi comunidad. Cuando me levante de lawentufe –porque aún soy aprendiz–, va a ser algo más familiar. La comunidad va a estar siempre conmigo y yo con ella, porque mi pülli, espíritu, es del lafken”
A través de sus relatos, se hace presente la esperanza en las nuevas generaciones y la figura de las ECMPO como una posibilidad de reconocimiento de su cultura y de resguardo de sus tradiciones. Si bien en la actualidad existen más de 100 solicitudes de estos espacios, distribuidos en siete regiones del país, debido a largos períodos de tramitación que superan los plazos legales, hoy solo cerca del 13% de estas solicitudes han logrado concretarse.
“Una de las expectativas que genera el Ecmpo es la esperanza, visibilizar al lafken mapu como un territorio único que debe ser respetado, protegido, cuidado, restaurado. Tenemos que navegar hacia esos horizontes de la regeneración, la restitución. No creo que todas las personas sean culpables de generar el cambio climático, sino que hay un modelo capitalista extractivista que lo está acelerando. Si seguimos fomentando ese pensamiento occidental, probablemente va a ser muy difícil frenarlo” reflexiona Ingrid White Llancapani, de la comunidad indígena Admapu Ka Lafquen, de Pichicolo, en la Región de Los Lagos.
“Lo que molesta es que se nos negara la oportunidad de demostrar que sí hay un pueblo presente. Y más aún que sea desde la reducción, sin que el Estado entienda la historia del pueblo yagán, un pueblo casi extinto. Nosotros no decidimos ser pocas personas. No entender lo que pasó, negarlo, es seguir invisibilizándonos” señala María Luisa Muñoz Manquemilla, de la comunidad Indígena Yagán de Bahía Mejillones, en la provincia de Cabo de Hornos de la Región de Magallanes.
Es así como este libro, a través de sus 160 páginas, es una invitación a reflexionar sobre la conservación y el cuidado del mar, de la naturaleza y las culturas, pero también sobre la valoración de los roles asignados a las mujeres, y la mejora en las condiciones y calidad de vida, como parte de una mirada profunda sobre el cuidado de nuestros ecosistemas, de quienes los habitan hoy y quienes lo han habitado históricamente.