De las 83 áreas protegidas que existen en la Patagonia chilena, 41 pertenecen al Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE) administrado por CONAF. Son 19 parques nacionales, 14 reservas nacionales y 8 monumentos naturales que, en conjunto, cubren 20.071.675 ha y representan el 89% de toda la superficie nacional bajo la protección del SNASPE. Además, este sistema de áreas protegidas también abarca una porción importante del mar de la Patagonia chilena: la superficie marina de esta región -hasta el límite del mar territorial (12 millas náuticas)- es de casi cuatro veces el tamaño de Bélgica (30.528 km2), y cerca del 50% está protegida bajo distintas figuras, principalmente bajo el SNASPE.
Si bien la cifras son buenas, en la práctica gran parte de estas áreas protegidas actualmente enfrentan importantes desafíos para su conservación, como el bajo presupuesto anual, el deficiente o nulo manejo, la falta de fiscalización, la escasa participación de las comunidades locales en sus planes de desarrollo, por nombrar algunos.
Desde el Programa Austral Patagonia trabajamos junto a CONAF para contribuir al mejoramiento de la gestión en las Áreas Silvestres Protegidas de la Patagonia, mediante el apoyo a procesos locales, regionales y nacionales de planificación, financiamiento, capacitación, gobernanza y monitoreo, siguiendo estándares internacionales y modernos de manejo de áreas protegidas.
Un Área Protegida cumple su objetivo cuando es administrada de manera efectiva, manteniendo su riqueza natural y cultural.
La búsqueda de estrategias y herramientas para mejorar la gestión de las áreas protegidas de la Patagonia chilena, procurando que éstas cumplan con el objetivo de conservación para el cual fueron creadas, nos llevó, como Programa, a apoyar el sistema Lista Verde de Áreas Protegidas y Conservadas de UICN. Este representa una oportunidad que las áreas protegidas nacionales, independiente de su orgánica de gobernanza, avancen hacia una gestión efectiva y puedan demostrar resultados positivos para la conservación de la biodiversidad, en base a un estándar que integra una visión moderna del desarrollo y manejo de estas áreas.
Parques y reservas nacionales en la Patagonia chilena no sólo abarcan una vasta superficie terrestre, sino también una importante porción de mar con ecosistemas, biodiversidad y culturas tradicionales únicas asociada a él. Son, al menos, 6,3 millones de hectáreas de ecosistemas costero-marino que forman parte del SNASPE administrado por CONAF y que, sin embargo, no han contado con la protección necesaria para resguardarlas frente a factores que amenazan su integridad ecológica y conservación.
La cercanía física entre las áreas protegidas y las comunidades locales aledañas a ellas, posibilita el desarrollo de una relación de responsabilidades y beneficios sociales, ecológicos y económicos mutuos: la comunidad local puede beneficiarse, por ejemplo, del turismo de naturaleza promovido por el área, al tiempo que contribuye con su uso sostenible y compatible con la conservación de la biodiversidad. A estas comunidades, que operan como puerta de acceso a las áreas protegidas, se les llama Comunidad Portal, y su participación en la gestión de estas áreas, es necesaria para armonizar la conservación de los ecosistemas con el desarrollo social basado en la visión e identidad de sus habitantes.
Las Áreas Protegidas deben contar con un plan de manejo que establezca los aspectos técnicos, normativos y las acciones requeridas para garantizar la conservación de los recursos naturales y la diversidad biológica, la conservación y mantención de caudales de aguas, la conservación de suelos; la mantención del valor paisajístico; la protección de especies en peligro de extinción, vulnerables, raras o insuficientemente conocidas, de un área protegida. Todas las áreas protegidas deben contar con un plan de manejo, sin embargo, la complejidad del proceso de elaboración, sobre todo en áreas protegidas tan vastas como las de la Patagonia, han dificultado o demorado su desarrollo y/o actualización.
…Comprender la dinámica de los ecosistemas y sus amenazas, para fortalecer la preservación, conservación y gestión de las áreas silvestres protegidas y dar cuenta de ello a la sociedad… Así define CONAF el objetivo del monitoreo en las áreas protegidas del SNASPE.
El monitoreo es una de las actividades más importantes en un Área Silvestre Protegida, ya que permite evaluar la efectividad de las prácticas implementadas para la conservación de especies y control de amenazas. Detectar cambios ambientales en múltiples escalas espaciales y temporales, es fundamental para tomar decisiones acertadas y oportunas para impedir la degradación y pérdida de la diversidad biológica.
La gestión y administración de las Áreas Silvestres Protegidas requiere de un esfuerzo presupuestario importante para cumplir con su finalidad: la conservación de sus ecosistemas y biodiversidad, y la generación de bienestar a las comunidades portal y a sus visitantes. Sin embargo, la tendencia ha sido desfavorable en ese sentido: según las cifras entregadas por Fundación Terram, para 2022 el presupuesto asignado a la gestión del SNASPE fue de $24.509 millones, y para el año 2023 esta cifra bajó a $19.045 millones, o sea, un 21% menos respecto del presente año.
Si se quiere alcanzar el estandar de gestión propuesto por Lista Verde de UICN, es fundamental apoyar la búsqueda de recursos dentro del Estado o fuera de él.